Cambio climático y agua en la costa: el problema que nadie ve (pero todos sufrimos)

Cambio climático y agua en la costa: el problema que nadie ve (pero todos sufrimos)
Costa de Jalisco. Fotografía cortesía de Alexander Medina

Pocas cosas se sienten tan placenteras como vacacionar frente al mar, beber algo fresco y olvidarse del mundo. Pero hay algo que no solemos notar: el sistema que hace posible ese oasis de confort. Ese algo se llama agua dulce, y hoy está bajo amenaza.

La gestión del agua en destinos turísticos costeros se está convirtiendo en una variable crítica para su viabilidad futura. Y el cambio climático no está ayudando.

¿Qué está pasando con el agua?

Las temperaturas más altas están acelerando la evaporación en regiones como la Península de Yucatán, justo cuando las lluvias se vuelven menos frecuentes, más concentradas y difíciles de prever. Este desequilibrio no solo reduce la recarga natural de los acuíferos subterráneos —la principal fuente de agua para muchas comunidades costeras mexicanas—, sino que también eleva el riesgo de intrusión salina: es decir, el avance del agua de mar hacia las reservas subterráneas de agua dulce.

Un estudio en la zona de Tulum identificó incrementos de salinidad de hasta 1.2 gramos por litro en pozos tras tormentas fuertes y marejadas. Aunque todavía tolerables para ciertos usos, estos niveles son un claro indicio de que los acuíferos están perdiendo terreno frente al mar. Y una vez que la sal entra, revertir el proceso es costoso y complicado.

Figura 1. Tormenta en Tulum. 
Imagen tomada de: Tormenta en Tulum, México en Fotos.

Tres frentes, un solo problema

  1. Menos recarga, más evaporación:
    Las lluvias ya no caen como antes. Su patrón errático disminuye la capacidad de los suelos y selvas para infiltrar agua. Al mismo tiempo, el calor acelera la evaporación desde lagunas, ríos y superficies expuestas. El resultado es simple: hay menos agua disponible justo cuando más se necesita.
  2. Invasión salina:
    El nivel del mar sigue subiendo, y no solo arrastra playas o malecones: también se infiltra bajo tierra, contaminando pozos y acuíferos. En lugares como La Paz, Baja California Sur, ya se han registrado intrusiones que han dejado inutilizables fuentes de agua comunitarias.
  3. Infraestructura vulnerable:
    Cuando llueve, lo hace con intensidad inédita. En los últimos años, sistemas de drenaje en zonas turísticas han colapsado por lluvias extremas. Esto no solo inunda calles y hoteles, sino que también afecta el saneamiento y los servicios básicos, comprometiendo la operación y reputación de los destinos.

Figura 2. Proceso de salinización natural de los acuíferos

¿Qué puede hacer el sector turístico?

Adaptarse no es opcional, es urgente. Y hay rutas claras para hacerlo:

  • Reforzar la infraestructura hídrica, incluyendo plantas de tratamiento, almacenamiento estratégico y redes más resilientes al clima extremo.
  • Instalar sistemas de monitoreo en tiempo real, capaces de detectar cambios en la calidad del agua, el nivel freático y los riesgos de salinización.
  • Incorporar criterios hídricos en cada decisión de inversión: desde conocer la capacidad estacional del acuífero hasta evaluar el riesgo climático en los próximos 20 años.

Figura 3. El Bosque, Tabasco, casas destruídas por el mar. 
Imagen tomada de: El pueblo mexicano que se tragó el mar, El País (2022)

 

Ignorar estos factores ya no es una omisión técnica: es una apuesta riesgosa. No solo desde lo ambiental, sino también desde lo financiero. El cambio climático no es una amenaza lejana, ya está moldeando el mapa de riesgos de la industria turística.

 

¿El desafío? Anticiparse, adaptarse… antes de que el agua —literalmente— deje de fluir.

 

ELABORADO POR: MARÍA CARMEN ESPINOSA, WILLIAM ABARCA Y COSETTE KNAPP.